Padre e hijo
Arte Natural en Coautoría
- Autoría
- Madera erosionada por clima e insectos; cortes humanos mínimos de selección
- Origen
- Bosques del Maule, Chile
- Dimensiones
- Padre ≈ 35–45 cm · Hijo ≈ 18–25 cm (aprox.)
- Material
- Troncos con grietas, perforaciones y cavidades naturales
- Colección
- Galería de Arte Natural · Rari–Panimávida
Dúo de troncos verticales, uno mayor y otro menor, dispuestos en cercanía. Las grietas longitudinales y las perforaciones naturales sugieren ojos y boquillas, configurando rostros con apariencia de máscaras antigas. La pieza mayor presenta una gran cavidad a modo de boca-filtración; la menor, oquedades más pequeñas que acentúan la relación filial.
Padre e Hijo aparece como un retrato intergeneracional ante una atmósfera cargada: figuras que “respiran” a través de sus propias heridas. La alusión a máscaras de la Segunda Guerra Mundial deriva aquí hacia el presente climático: un bosque que aprende a respirar entre incendios, sequías y lluvias extremas. La doble figura condensa cuidado, transmisión y alerta.
La obra pertenece al umbral entre lo apocalíptico y lo post-apocalíptico: no celebra la catástrofe, advierte su cercanía y ensaya una ética de supervivencia. Aun con corte humano en la base, conserva su estética natural—las formas faciales no han sido talladas sino halladas—, y la coautoría del entorno (clima, insectos, hongos) inscribe en la madera su sistema de respiración. Padre y Hijo son también bosque y retoño: una pedagogía de resiliencia.
- Autoría compartida: selección humana mínima; forma creada por procesos naturales.
- Entropía fértil: grietas y perforaciones devienen iconografía respiratoria.
- Temporalidad abierta: la pieza seguirá agrietándose y oxidando su memoria.
- Alegoría climática: las “máscaras” señalan un planeta que lucha por aire.
- Totemismo relacional: el vínculo padre-hijo como pacto de cuidado del bosque.
Este díptico constituye un monumento apocalíptico en clave biocéntrica: no exalta al héroe humano, sino la enseñanza del bosque. Las caras no piden fama ni mercado; piden aire. Su poder reside en mostrar que la respiración de lo vivo—árboles, personas, comunidades—es común, y que toda estética futura dependerá del cuidado compartido del clima que nos da aliento.