Erosión penetrante y persistente.
Arte Natural
- Autoría
- Tronco erosionado por agua, viento y microorganismos
- Origen
- Bosques del Maule, Chile
- Dimensiones
- ≈ 25 cm (pieza principal)
- Material
- Madera erosionada sobre plinto de roble
- Colección
- Galería de Arte Natural · Rari–Panimávida
Fragmento de madera intensamente erosionada, de apenas 25 centímetros, que revela una trama de grietas profundas y capas superpuestas. Su estructura permite que la humedad, el aire y los elementos climáticos penetren hacia su núcleo, prolongando el proceso de transformación. La pieza reposa sobre un sólido pedestal de roble que enfatiza su carácter escultórico y la presenta como obra única.
La obra recuerda un paisaje en miniatura: una cordillera fracturada, un terreno árido abierto en fallas, o un fósil de olas petrificadas. La erosión se convierte aquí en lenguaje plástico: lo que podría ser signo de desgaste se revela como escritura estética del tiempo sobre la materia. El contraste entre la fragilidad de las capas erosionadas y la solidez del plinto construye un diálogo entre lo efímero y lo permanente.
Más que un objeto, esta pieza es un registro de procesos: la acción del agua, del viento, de los organismos invisibles que han excavado y modelado sus formas. Su presentación sobre pedestal la convierte en documento curatorial de una estética de la intemperie. El núcleo de la obra no está protegido, sino expuesto, abierto a que el mundo siga interviniendo en él.
- Entropía fértil: la erosión no destruye, produce belleza estratificada.
- Temporalidad abierta: la obra sigue transformándose con cada estación.
- Analogía geomórfica: la pieza recuerda paisajes y estructuras geológicas.
- Dimensión curatorial: el plinto de roble dignifica la pieza como escultura natural.
- Coautoría ecosistémica: agua, viento y microorganismos han sido sus escultores.
Esta obra es un manifiesto de cómo lo diminuto puede contener lo inmenso. En apenas 25 centímetros, encierra la memoria de montañas, de climas, de erosiones milenarias. El pedestal de roble no la convierte en artificio humano, sino en reconocimiento: se presenta como reliquia viva del diálogo entre naturaleza y tiempo. En clave biocéntrica, su poder radica en mostrarnos que la belleza no siempre se forja en la construcción, sino en la apertura al desgaste fértil de lo vivo.