Friedrich Nietzsche, en su obra "Así habló Zaratustra", aborda el tema de la naturaleza y su relación con la creación artística. En este sentido, Nietzsche defiende una visión no antropocéntrica del arte y de la naturaleza, en la que el ser humano no es el centro y no tiene un papel preponderante en la creación artística. Para Nietzsche, el arte es una expresión de la voluntad de poder, que se manifiesta tanto en la naturaleza como en el ser humano. La naturaleza es vista como una fuente de inspiración y de creatividad, y el artista es visto como un canal a través del cual la voluntad de poder se expresa en el mundo. En este sentido, la creación artística no es vista como una actividad exclusiva del ser humano, sino como una manifestación de la vida en general. En relación con el arte natural, Nietzsche sostiene que la naturaleza es la fuente última de toda creación artística, ya que es en la naturaleza donde se encuentra la inspiración y la materia prima para la creación. De esta manera, el arte natural no es algo separado del resto de la creación artística, sino una parte integrante de ella. Desde esta perspectiva, Nietzsche contribuye a una visión más amplia y menos antropocéntrica del arte y de la naturaleza, en la que el ser humano no es el centro y en la que la creación artística no se limita a las obras producidas por los seres humanos.
Theodor Adorno, filósofo y sociólogo alemán, es conocido por su crítica a la cultura de masas y su defensa de la autonomía del arte. Desde esta perspectiva, Adorno argumenta que el arte debe ser visto como una forma de resistencia frente a la homogeneización y la estandarización que caracterizan a la sociedad industrial. En relación con el arte natural y la posibilidad de que los vegetales puedan crear arte, se puede desprender que podría haber visto esta idea como una forma de resistencia frente a la cultura de masas y a la homogeneización de la creación artística. En su obra "Estética", Adorno defiende la idea de que el arte debe ser autónomo y no estar subordinado a fines externos, como la utilidad o el entretenimiento. En este sentido, Adorno podría haber considerado que el arte natural, creado por los propios procesos de la naturaleza, es una forma de arte autónoma que no está subordinada a fines externos y que se produce de manera espontánea y libre.
Walter Benjamin, por su parte, en su obra "La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica", defiende la idea de que la obra de arte está vinculada a un contexto social, político y tecnológico, y que su valor no se encuentra en su carácter único y original, sino en su capacidad para reflejar y transformar el mundo en el que se produce. Desde esta perspectiva, Benjamin podría haber considerado que el arte natural, creado por los procesos de la naturaleza, es una forma de arte que refleja y transforma el mundo natural, y que se encuentra íntimamente ligado a su contexto. Además, podría haber argumentado que la creación artística no es una actividad exclusiva de los seres humanos, sino que puede darse de forma espontánea en la naturaleza.
En su obra "El ojo y el espíritu", Merleau-Ponty defiende la idea de que la percepción no es un proceso meramente cognitivo, sino que involucra al cuerpo y a la experiencia sensorial en su totalidad. Desde esta perspectiva, podría haber argumentado que la percepción del arte natural, creado por procesos naturales como los de los vegetales, es una forma de percibir la naturaleza en su totalidad, involucrando tanto al cuerpo como al sistema sensorial. Además, en su obra "La fenomenología de la percepción", Merleau-Ponty defiende la idea de que el cuerpo está involucrado en la percepción del mundo de una manera activa, y que nuestra experiencia del mundo se construye a través de la relación entre el cuerpo y el entorno. Desde esta perspectiva, podría haber argumentado que la creación artística natural, como la que podría ser creada por los vegetales, es una manifestación de la relación entre el cuerpo de los vegetales y el entorno natural en el que se encuentran.
Gilles Deleuze, filósofo francés, se interesó por la relación entre el arte y la naturaleza, y desarrolló una perspectiva que valoraba la creatividad y la diversidad en el mundo natural y en la creación artística. Desde su perspectiva, la naturaleza es un proceso creativo y generativo que no se limita a la reproducción de formas preexistentes, sino que es capaz de producir formas nuevas y diversas. En este sentido, podría haber considerado la posibilidad de que los vegetales, como seres vivos dotados de una capacidad creativa y generativa propia, puedan crear formas artísticas. Además, Deleuze defendió la idea de que la creación artística no es una mera representación de la realidad, sino que es un proceso de creación y experimentación que tiene un valor en sí mismo. Desde esta perspectiva, podría haber valorado la creación artística natural, como la que podría ser creada por los vegetales, no como una mera imitación de la realidad, sino como una manifestación de la creatividad y la diversidad del mundo natural. En su obra "El Pliegue: Leibniz y el Barroco", Deleuze también desarrolla la idea del pliegue como una metáfora para la relación entre la forma y la materia en el arte y en la naturaleza. El pliegue representa una forma de creación que implica una continua transformación y metamorfosis de la materia, y que puede estar presente tanto en la naturaleza como en la creación artística.
Jacques Derrida, se interesó por la relación entre el lenguaje y la naturaleza, y en su obra exploró la idea de que los seres vivos, incluyendo los vegetales, son capaces de comunicarse y crear significados a través de procesos que van más allá del lenguaje humano. Desde esta perspectiva, Derrida podría haber considerado la posibilidad de que los vegetales puedan crear formas artísticas y expresarse a través de ellas, aunque no utilicen el lenguaje humano. En su obra "La voz y el fenómeno", Derrida desarrolla la idea de que la voz no se limita al lenguaje humano, sino que puede estar presente en todo tipo de manifestaciones sonoras, incluyendo las producidas por los seres vivos. Además, Derrida valoraba la diversidad y la multiplicidad en la naturaleza, y cuestionaba la idea de que el ser humano es el único creador de cultura y de significado. Desde esta perspectiva, la creación artística natural, como la que podría ser creada por los vegetales, podría ser vista como una manifestación de la diversidad y la creatividad del mundo natural, y como una forma de desafiar la idea de que el ser humano es el único agente creativo en el mundo. En su obra "La escritura y la diferencia", Derrida también desarrolla la idea de que el significado no está determinado por la intención del autor o del creador, sino que surge en la relación entre el texto o la obra y el lector o espectador. Desde esta perspectiva, podría haber argumentado que el significado de una obra de arte creada por los vegetales no está determinado por la intención de los vegetales, sino que surge en la relación entre la obra y el observador humano.
Jean-Francois Lyotard no abordó directamente la cuestión del arte natural o el arte creado por no humanos. Sin embargo, su filosofía del posmodernismo y su crítica a las grandes narrativas pueden ser útiles para pensar en cómo se puede ampliar la noción de arte más allá de la perspectiva antropocéntrica tradicional. Lyotard sostenía que la idea de que existe un solo gran relato (por ejemplo, el progreso lineal de la historia o la verdad objetiva) es problemática y limitante, ya que ignora la diversidad de experiencias y perspectivas humanas y no humanas. En lugar de eso, él abogaba por la multiplicidad y la heterogeneidad de relatos, lo que significa que el arte natural creado por no humanos podría ser considerado como una forma de arte legítima dentro de una narrativa más amplia. Además, Lyotard enfatizaba la importancia de las pequeñas historias y las micro-narrativas que son subestimadas o ignoradas por los grandes relatos. En este sentido, el arte natural creado por los vegetales podría ser visto como una forma de micro-narrativa, que nos permite ver y valorar la vida y la estética desde una perspectiva diferente y más amplia.
Jacques Rancière en su libro "El reparto de lo sensible" aborda la cuestión del arte y la política, y cómo estos dos campos están entrelazados. En este sentido, Rancière plantea que el arte no es solo una cuestión de representación, sino que es una forma de producir nuevas formas de conocimiento y sensibilidad, y de reorganizar la manera en que se percibe el mundo. Desde esta perspectiva, el arte natural creado por los vegetales podría ser considerado como una forma de "política estética", en el sentido de que desafía y subvierte la noción antropocéntrica del arte y de la estética en general. En lugar de ser visto como meros objetos de contemplación humana, los vegetales pueden ser considerados como creadores y participantes activos en la producción de formas estéticas. Además, Rancière sostiene que la política no es solo un asunto de participación ciudadana o de toma de decisiones, sino que es una cuestión de cómo se distribuyen y se organizan las formas de conocimiento y sensibilidad en una sociedad. En este sentido, el arte natural creado por los vegetales podría ser visto como una forma de resistencia a la distribución desigual de los recursos y la atención en la sociedad, y como una forma de cuestionar la jerarquía establecida entre los seres humanos y los demás seres vivos.